viernes, 21 de octubre de 2011

Una votación de locos

Por María Alejandra Raffinetti y Carolina Zangoni

Por primera vez, los locos dijeron: ¡Presente! A partir de la nueva Ley Nacional de Salud Mental, sumado a la nueva Ley de Democratización Política, la Transparencia y la Equidad Electoral se contempla a la persona institucionalizada en centros neuropsiquiátricos como sujeto con personalidad jurídica y, como tal, con el deber de ejercer su derecho a votar.

Tras la implementación de la Campaña Piloto por el Derecho al Voto de las Personas Usuarias de los Servicios de Salud Mental, impulsada por organizaciones sociales conjuntamente con sectores gubernamentales, los internos pudieron preseleccionar, junto con el resto del país, los candidatos que participarán en los comicios generales del domingo. Ya en 2003, se había implementado un modelo de votación simulada en el Hospital Borda, y el escrutinio tuvo resultados equivalentes a las elecciones “extramuros”, pero fue tan sólo eso, una simulación. Pero mientras “afuera” el clima preelectoral se hace tangible a través de los afiches pegados en la calle, los spots publicitarios que, de manera recurrente, hacen recordar que cada vez falta menos para las elecciones, “adentro” sólo prima el silencio y la confusión. “¿Todavía tengo tiempo para empadronarme?”, “¿yo puedo votar?”, ¿dónde está mi documento, me pueden ayudar?”.

“No votan más que por desinterés, no por desinformación”, declaró Guillermo Hönig, jefe de internación del Borda. Y agregó: “Es un falacia que éste sea el primer año en que pueden votar. Estoy hace 24 en el hospital y siempre pudo votar el que no estaba inhibido y tenía su documento”. Mariano, un interno del hospital, planteó un escenario que lo desmiente: “Estando ya internado, fui al mismo lugar de votación de siempre y me encontré con que no figuraba en el padrón. Entonces, me di por excluido. El razonamiento que hice fue: ‘Estoy en el Borda, me borran del padrón. Listo’. Fue en ese momento, en el que me empecé a tomar conciencia lo que es estar en un hospital psiquiátrico. Es clarito que esto no es vida. Dio la casualidad, que esta vez hicieron las Primarias y fui más que nada para pasear. Y finalmente, pude votar. Nunca me imaginé que iba a estar empadronado”. Otros, manifestaron con naturalidad: “No, yo no puedo votar porque estoy internado”.

También están los casos como el de María, que no sólo es una ex interna, sino que además es una de las encargadas de hacer el informativo de la radio La Colifata, la primera en el mundo en ser transmitida desde un neuropsiquiátrio. “Yo siempre voté, a mí no me borraron, sólo estuve 21 días internada en el Moyano cuando falleció mi madre, pero cuando vi lo que era eso me fui. Pero los pacientes psiquiátricos que están bajo juez, están borrados del padrón. No pueden votar. Esta vez, va a haber una experiencia diferente. Desde que está la radio, hace 20 años, se hace lo que llamamos el voto simbólico para los que no tienen el DNI. Este año, los pacientes que están con el documento, se le va a poner el sello como que cumplió con la Ley, o sea, votó”, contó la Abuela, como acostumbran llamarla.

La indocumentación es un gran inconveniente, sin embargo, los obstáculos parecieran ser muchos. “En el FAB (Frente de Artistas del Borda) se tocó el tema de las votaciones, pero no pude ir porque no tenía plata”, manifestó uno de los talleristas que no pudo viajar hasta su urna.

Mientras los colifatos organizaban los equipos para poder hacer el programa de radio, como todos los sábados, las sillas se disponían alrededor de la consola para que todo aquel que quisiera colaborar pudiera hacerlo. En ese proceso, Hugo de 77 años, un ex interno en tratamiento que se encarga de hacer la columna de humor político, exteriorizó: “Antes, cuando estabas internado no podías votar. Sólo se hacía una votación ficticia. Era algo virtual como las comidas que suelo hacer en la radio, en las que invito a imaginar que comemos salmón rosado, coctail de camarones o chocolate suizo. Hago una cosa de mentira. Comemos lo que nunca podemos comer. Así eran esas votaciones antes, una ficción”.

Para otros internos como Adrián, el “verdadero hijo de Perón”, las primarias significaron su primera oportunidad para votar. “Sentí una emoción muy fuerte”, así lo resumió. Ni bien terminó de decir eso, Hugo comentó por lo bajo: “Hay delirios como el de Adrián, que cree ser el hijo de Perón, pero el resto de la gente también tiene sus delirios”.

En una Argentina donde el más cuerdo es el más delirante, estos cambios forman parte de un proceso que recién se está gestando. “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven.” Las palabras de José Saramago son una parábola de estos tiempos, en el que ciertos sectores de la sociedad fueron invisibilizados durante largos años.
“Los pacientes se sienten excluidos porque hay mucho abandono cuando uno se enferma”, se atrevió a definir Hugo. Él cree que “hay que enseñarles a volver a la vida” en “ese gran manicomio que es el afuera”. Un afuera al que desafía y en donde “no quisiera ser idiota a causa de ser feliz” porque “el idiota no lucha por dignidad de vida, no se da cuenta”.

La lucha empieza por conocer los propios derechos, entre ellos el de la participación plena y efectiva en la vida política y pública, incluidos el derecho y la posibilidad de las personas con discapacidad a votar y ser elegidas.

Una apuesta por la inclusión. por María Raffinetti y Carolina Zangoni

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